Libros para despegar 🚀. La librería de Café Artigas.


Caballos

 

Es invierno y salimos igual

el sol ya hizo lo suyo sobre el pasto

mató la escarcha.

En el campo de mi amiga Ire

los caballos andan sueltos

esperan que los monten

elijo el más alto de la tropa

el negro de ojos fijos fuera del cerco.

Mandinga es alto

pero deja que yo me suba con la ayuda del peón

un pique a los estribos y estoy arriba

tiene el pelo más brillante que haya visto

de tan negro parece blanco Mandinga

empieza a trotar despacio y avanzamos, cruzamos el arroyito

hasta que lo golpeo con el talón como aprendí

y digo arre

y las patas de Mandinga se vuelven rayo

liebre que huye despavorida.

Es hermosa y asusta la velocidad.

Papá dice, cuando las cosas se ponen difíciles

hay que desensillar y esperar que aclare

pero hoy el cielo está descubierto

fría y celeste la mañana

el sol refulge como una bandera

y mi caballo ahora corre sin que yo pueda detenerlo.

Los domingos por la tarde con papá

es el paseo del parque y sus caballos

camino marcado bajo la sombra de eucaliptos.

Caballos mansos, no hay barro en su pelaje.

Papá no sube

nunca lo vi subirse a un caballo

ni siquiera a los que criaba el tío en el pueblo.

Sí lo vi amar a los perros

a Bobby, blanco de manchas negras que murió de golpe

sufrí tanto que nunca más quise tener un animal, dijo.

Mandinga levanta vuelo y yo me prendo a su cuerpo

como si pudiera

no es caballo manso preparado con montura.

En el parque, mi hermana y yo no vamos al galope.

Nada malo va a pasarnos.

Los eucaliptos se abren, lo sé por el aire.

Son altísimos, parece que tocan el cielo.

Mi hermana y yo conocemos a los caballos del parque

y eso es para nosotras lo salvaje.

Creo que acaricio a Mandinga

en la velocidad le rezo al pelaje

que el rayo no nos parta.

Ahora veo el campo entero con los ojos cerrados

tengo el miedo adentro y lo cuido

para que no llegue a Mandinga

que de a poco vuelve al trote

aprendo

lo que hay que hacer es abrazar

su cuerpo negro hasta su blanco

saber que si dejo de temerle, no me detiene.

EL AMOR SOSTIENE EL PESO DE LA NOCHE - Natalia Romero

$18.000,00

Ver formas de pago

Calculá el costo de envío


Caballos

 

Es invierno y salimos igual

el sol ya hizo lo suyo sobre el pasto

mató la escarcha.

En el campo de mi amiga Ire

los caballos andan sueltos

esperan que los monten

elijo el más alto de la tropa

el negro de ojos fijos fuera del cerco.

Mandinga es alto

pero deja que yo me suba con la ayuda del peón

un pique a los estribos y estoy arriba

tiene el pelo más brillante que haya visto

de tan negro parece blanco Mandinga

empieza a trotar despacio y avanzamos, cruzamos el arroyito

hasta que lo golpeo con el talón como aprendí

y digo arre

y las patas de Mandinga se vuelven rayo

liebre que huye despavorida.

Es hermosa y asusta la velocidad.

Papá dice, cuando las cosas se ponen difíciles

hay que desensillar y esperar que aclare

pero hoy el cielo está descubierto

fría y celeste la mañana

el sol refulge como una bandera

y mi caballo ahora corre sin que yo pueda detenerlo.

Los domingos por la tarde con papá

es el paseo del parque y sus caballos

camino marcado bajo la sombra de eucaliptos.

Caballos mansos, no hay barro en su pelaje.

Papá no sube

nunca lo vi subirse a un caballo

ni siquiera a los que criaba el tío en el pueblo.

Sí lo vi amar a los perros

a Bobby, blanco de manchas negras que murió de golpe

sufrí tanto que nunca más quise tener un animal, dijo.

Mandinga levanta vuelo y yo me prendo a su cuerpo

como si pudiera

no es caballo manso preparado con montura.

En el parque, mi hermana y yo no vamos al galope.

Nada malo va a pasarnos.

Los eucaliptos se abren, lo sé por el aire.

Son altísimos, parece que tocan el cielo.

Mi hermana y yo conocemos a los caballos del parque

y eso es para nosotras lo salvaje.

Creo que acaricio a Mandinga

en la velocidad le rezo al pelaje

que el rayo no nos parta.

Ahora veo el campo entero con los ojos cerrados

tengo el miedo adentro y lo cuido

para que no llegue a Mandinga

que de a poco vuelve al trote

aprendo

lo que hay que hacer es abrazar

su cuerpo negro hasta su blanco

saber que si dejo de temerle, no me detiene.

Mi carrito